"Cristo, fiel testigo del Padre y primer evangelizador, es nuestro
Maestro y modelo supremo en nuestra misión apostólica, que
debe alimentarse y sostenerse de Cristo y de los elementos
esenciales de la vida dominicana.
Por nuestra vida apostólica somos partícipes de la misión
evangelizadora de la Iglesia y de la Orden de Predicadores,
siendo enviadas a todos los hombres, grupos y pueblos,
especialmente a los más pobres y desamparados, para
predicar el Evangelio, propagando el nombre de nuestro
Señor Jesucristo por el mundo entero, anhelando la salvación
de todos y siguiendo las huellas del Salvador como mujeres
evangélicas, hablando sólo con Dios o de Dios, a ejemplo de
Santo Domingo.
Como miembros de la familia dominicana hemos de
alcanzar la contemplación de la verdad revelada, para
comunicarla a todos. Aquí está la fuente de nuestra
vida apostólica: “Permanecer fieles en la intimidad
con Cristo para ser enviadas a predicar el Evangelio”.
Fieles a esta misión asumimos las prioridades apostólicas de
la Orden de Predicadores en su misión evangelizadora del
mundo actual: catequesis en un mundo descristianizado,
haciendo que el Evangelio impregne vitalmente a las personas
y a las culturas, promoviendo la justicia y la paz, empleando los
medios más adecuados.
En comunión con la Iglesia las hermanas están sujetas a los
obispos, a quienes han de seguir con piadosa sumisión y
respeto en todo lo que se refiere al culto y al ejercicio de su
apostolado.
Las hermanas en el desempeño de su apostolado serán fieles
tanto a las directrices de la priora como a la disciplina de la
Congregación".
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